Otra noche encerrada
en mi fria habitación,
otra vez fundida en
miedo y desesperación.
La cena ya se ha enfriado
encima del fogón,
y siento un fuerte dolor
muy cerca de mi pezón.
Tembloroso y con sus pasos
él llega hasta aquí,
bien enfadado y borracho
y no quiere dormir.
Ya no queda agua en el vaso
y para no verle vacío
solo queda asumir
el frío del rocío.
Los niños no pueden dormir
saben que ha vuelto a venir,
el que primero da la vida
y después te la quita.
Infame infancia por doquier
y no sabe que es el querer.
Ni un referente ni un patrón
para guiar a su razón.
Y ahora ella:
tiene ganas de volar,
tiene ganas de volar,
tiene ganas de volar,
tiene ganas de volar.
Vuela porque piensa
que la libertad
en el amor de vuelta
no lo va a encontrar
Vuela porque piensa
que la soledad
en la tumba
nadie la va a molestar.
¡Tiene ganas de volar!